A seis meses de que la OrganizaciĂłn Mundial de la Salud (OMS) declarara que un nuevo virus denominado COVID-19, constituĂa una Emergencia Internacional de Salud PĂşblica, el saldo es devastador: casi 18 millones de casos confirmados y cerca de 700 mil muertos. Son cifras conservadoras toda vez que, desde el inicio hubo un subregistro importante, asĂ que seguramente los casos reales son más que los reportados.
El resurgimiento de casos en lugares donde se creĂa controlado y la apariciĂłn de nuevos epicentros obligan a las autoridades sanitarias, nacionales e internacionales, a reforzar las medidas preventivas que han mostrado ser, al menos parcialmente efectivas, en los lugares en las que se han aplicado con mayor rigor, a saber: mantener el distanciamiento fĂsico, lavarse las manos varias veces al dĂa, evitar concurrir a lugares cerrados, usar cubrebocas, mantener en cuarentena a los casos sospechosos, aislar a los casos confirmados, rastrear a quienes han estado en contacto con ellos, hacer pruebas en aquellos que pudieran resultar sospechosos aĂşn sin sĂntomas, iniciar el tratamiento tempranamente, vigilar de cerca a las personas con factores de riesgo, asegurar la disponibilidad de camas hospitalarias y el equipo mĂ©dico necesario para los casos más graves, limitar los viajes en lo posible, proteger al personal de salud y a otros prestadores de servicios considerados como esenciales, etcĂ©tera.
Claro está que no siempre pueden aplicarse todas estas medidas simultáneamente, pero en todo caso, eso es lo que la experiencia internacional nos ha dejado hasta ahora. Creo que conviene acoger dicha experiencia con sentido crĂtico, reconociendo sus limitaciones, pero en actitud receptiva, porque seguimos aprendiendo. Si todo esto lo anterior lo hubiĂ©semos tenido claro y lo hubiĂ©ramos puesto en marcha desde el primer dĂa, otro habrĂa sido el saldo, aun cuando una vez que empezara a circular el SARS-CoV-2, la pandemia era inevitable.
El confinamiento individual y colectivo, la suspensiĂłn de buena parte de las actividades productivas, el cierre de ciudades enteras y de fronteras, el aislamiento, las apremiantes necesidades de subsistencia de millones de personas, la angustia ante la incertidumbre y el miedo a la muerte, han dejado al desnudo un sistema que dejĂł de ser operante y un estilo de vida lleno de espejismos. Los saldos econĂłmicos, polĂticos y psicosociales de la pandemia son incalculables.
La soluciĂłn tĂ©cnica, desde la perspectiva sanitaria, llegará con las vacunas. Pero desarrollarlas en tiempo record (como será el caso) no es soluciĂłn en si misma. Miles de millones de vacunas serán necesarias para cubrir las necesidades mundiales. ¿En cuanto tiempo se podrán tener, a quĂ© costo, cĂłmo se van a distribuir? Son sĂłlo algunas de las preguntas que urge responder y prever, en la medida de lo posible. Mucho es lo que está en juego: vidas humanas, ante todo, pero tambiĂ©n esta en juego el poder global y econĂłmico. Como en las guerras. No hay pues que extrañarse si, ante la carrera, surge tambiĂ©n una batalla por la vacuna contra el virus. ¿O acaso ya comenzĂł? Me parece que la disyuntiva es bastante clara: o prevalece la cooperaciĂłn internacional sustentada en valores solidarios (y para eso están los mecanismos multilaterales) o el asunto irá adquiriendo cada vez más un perfil de tema bĂ©lico. Si la vacuna se convierte en un nuevo instrumento de dominaciĂłn, habrá un ganador (o unos cuantos) y muchos perdedores (todos los demás).
Es en ese contexto que adquieren particular relevancia las resoluciones adoptadas hasta ahora por la ONU. Una de ellas fue a iniciativa de MĂ©xico, que acabĂł siendo copatrocinada por 179 paĂses y luego adoptada por unanimidad (bajo el procedimiento del silencio) por la Asamblea General el pasado 20 de abril: “CooperaciĂłn Internacional para garantizar el acceso mundial a los medicamentos, vacunas y equipo mĂ©dico para hacer frente al COVID-19”. Otra, más reciente (1 de julio) fue adoptada por el Consejo de Seguridad, y aunque toca el tema solo de manera colateral, es vinculante y llama a las Naciones Unidas a “hacer frente a la pandemia en los paĂses que se encuentran en situaciones de conflicto armado o están afectados por crisis humanitarias”
La resoluciĂłn presentada por MĂ©xico, surge a raĂz del planteamiento que hiciera el presidente LĂłpez Obrador al G-20 el 26 de marzo, en etapas tempranas de la pandemia, para que fuera la ONU precisamente, la que interviniera a fin evitar la especulaciĂłn y garantizar que todos los paĂses tuvieran igualdad en el acceso a medicamentos y vacunas. Conviene recordar que el 15 de julio pasado (casi 4 meses despuĂ©s), los Jefes de Estado de Canadá, Corea, España, EtiopĂa, Nueva Zelanda, Suecia, Sudáfrica y TĂşnez hicieron pĂşblico un manifiesto en la misma lĂnea, señalando que la comunidad internacional deberĂa garantizar igualdad en el acceso a la vacuna contra COVID-19. Empezaron su alegato con una aseveraciĂłn contundente, que es muy cierta y conviene mantener presente: nadie estará seguro hasta que todos estemos seguros.
Al interior de la ONU la agenda gira en torno a la pandemia: los reiterados llamados del Secretario General al cese al fuego y la solidaridad internacional, la importancia de la OMS (bajo acecho en momentos tan crĂticos), la protecciĂłn urgente que requieren los grupos más afectados (empezando por las mujeres, vĂctimas del aumento de la violencia intrafamiliar por el confinamiento), los ajustes que requieren los operativos para el mantenimiento de la paz (las tensiones aumentan y los involucrados se encuentran más expuestos al contagio), la posibilidad de una Asamblea General especĂfica para abordar el tema bajo una agenda integral (con la oposiciĂłn de las grandes potencias), los efectos en la economĂa global y las finanzas (incluidas las de la propia OrganizaciĂłn) y el reforzamiento de los objetivos para el desarrollo sostenible (cuyo rezago seguramente será mayor), entre otros temas. Pero la gran expectativa gira en torno a las vacunas: y ya hablaremos de ello.
Pd.
Felicitaciones a EL UNIVERSAL por su renovaciĂłn en formato y contenidos.
Embajador de México en la ONU
source https://sanluis.eluniversal.com.mx/content/covid-19-seis-meses
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