(Leyenda Potosina)
Tiempos de antaño, de añoranza, sentimiento y algo más que nos conectan de inmediato con nuestros seres queridos que ya no están más en este plano sino que ahora sus almas nos visitan desde el más allá tal vez mediante algún sonido, respetable manifestación ó simplemente en un sueño tan profundo y real que probablemente no sólo fue eso, sino que nos encontramos con aquellos seres de luz que nos cuidan y protegen dándonos sus más certeras bendiciones.
Y justo eso es lo que sucedió allá por el lejano año de 1892 en una magistral mansión construida con gran orgullo y dedicación como lo podemos apreciar en los más mínimos detalles a pesar del tiempo.
La fachada principal luce señorial con esa cantera rosa trabajada a la perfección haciendo una exacta combinación al poder observar cada balcón en la planta alta.
Esos mismos que a la fecha nos invitan a imaginar a una bella dama recargada ligeramente sobre la balaustrada del balcón principal, el cuál tiene forma circular y donde seguramente llegó a llamar la atención de más de un apuesto caballero con esos largos, caros y muy ampones vestidos confeccionados con finas y muy delicadas telas, encajes franceses y hermosos sombreros adornados con plumas de avestruz traídos en barco desde el viejo continente por alguno de sus parientes al venir desde lejos a checar sus grandes latifundios ya que eran enormes haciendas agrícolas en medio de los campos y montañas potosinas pues fueron muchos los viejos hacendados de origen europeo los que invirtieron en nuestras ricas tierras dado al perfecto clima y situación geográfica de nuestro viejo San Luis.
Así era como en uno de esos bellos balcones de esta mansión se veía a la señorita Concepción quien cada noche justo a las ocho cerraba la puerta del mismo para retirarse y dormir en paz en una de las amplias y antiguas alcobas.
Se rumora que de vez en cuando se escuchaba un fuerte y muy sordo sonido que venía por la calle de Zaragoza de norte a sur y justo al llegar a esta señorial edificación aquel peculiar y aterrador sonido se detenía; escuchándose ya tan solo los fuertes y fríos vientos de aquellas noches de Febrero.
Más de tres personas que iban pasando por el lugar no importando la hora, veían justo afuera de la casona a un elegante carruaje negro, con sus costosos detalles de fino emplomado y al ir aproximándose veían a una mujer adulta de unos setenta años quien el cochero ayudaba a bajar del alto carruaje mientras la misma llevaba en una de sus manos un pequeño candelabro de plata y el libro de las sombras que más tarde utilizaría en el interior del aposento.
Los nerviosos transeúntes no podían creer lo que veían pues la misteriosa anciana traspasaba las paredes de cantera de la mansión para visitar a Conchita quien dormía tranquilamente en una de las alcobas que dan a la conocida calle de Zaragoza.
El cochero y el carruaje que era totalmente negro aguardaban fielmente a que la despiadada anciana se manifestara de nuevo afuera del predio en cuestión.
Se dice que ese misterioso y negro carruaje era jalado por cuatro enormes equinos y que cada bestia tenía los ojos más horripilantes que pudiesen haber visto pues parecían estar llenos de fuego.
Se recuerda cómo el balcón de la bella damita se abría para justo en ese momento ver entrar a una pesada gárgola que hoy en día se puede encontrar muy cerca de esta mansión pues la misma siempre ha estado colocada en lo alto de una azotea a una cuadra de distancia sobre la ya mencionada y muy conocida calle y de la que no es fácil saber que en ciertas noches se mueve y levanta su vuelo por las viejas azoteas vigilando todo su entorno.
Las personas quedaban estupefactas al ver a semejante gárgola moverse y entrar de manera lenta a donde la anciana le pedía con gran ansiedad se manifestara para tal vez ayudar a que el alma de la joven dama dejara de sufrir mediante sus conocimientos de magia negra ya que siempre se supo era una vieja mujer dedicada a cualquier tipo de hechicerías.
Al pasar unos minutos, la pesada gárgola construida de fría cantera gris y la anciana salían volando hacia los oscuros cielos donde se perdían para en poco rato aparecer la temida mujer junto al elegante y negro carruaje donde al ser ayudada a subir por su fiel cochero, se volvía a escuchar el pesado sonido de las grandes ruedas del viejo metal del mismo así como el ensordecedor sonido del galope de los enormes caballos a los que este espectral cochero aún los guía hasta llegar al jardín de la Merced en donde se pierde el tétrico y muy ancestral medio de transporte no sin antes dejar un desagradable olor a azufre que a más de uno ha llegado a despertar de lo más profundo de su sueño sin importar el susto que de vez en cuando les causa.
Tal vez si usted recorre el lugar por las frías madrugadas pueda percatarse de los terribles espectros que rondan esa bella mansión ubicada en una de las esquinas de la calle de Ignacio Zaragoza de nuestro centro histórico.
Se comenta que dicha anciana fue la nana más querida de la dulce damita que vivió hace ya tantos años en el lugar, tal vez esa vieja mujer se manifiesta al no poder ser olvidada por la señorita Concepción, quien sin saberlo no la dejó nunca trascender a otro plano por las amargas y tristes lágrimas que le ha llorado por toda una eternidad ya que desde pequeña quedó huérfana de padre y madre por lo que la Nana Aleja se hizo cargo de ella con gran amor y dedicación.
Otras personas aseguran haber visto a la espeluznante gárgola volando alrededor de ciertas viviendas las cuáles coinciden en albergar a un recién nacido pues dicen que de vez en cuándo necesita energía nueva para poder moverse y volar por los oscuros cielos potosinos en busca de una víctima.
Y usted? Ha visto la singularidad de la macabra gárgola??
Ha podido ser testigo de como esta antigua y pesada figura se mueve y eleva su vuelo??
Ha escuchado el fuerte sonido del misterioso carruaje de la muerte al recorrer la larga y angosta calle??
Fuente: Ana Paola Rivas, en Metrópolis San Luis.
Fotografías de las gárgolas : Judith Badillo Hernández.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario